El sueño de Eva.

El reflejo de sus finos dedos sobre el teclado era costumbre de las tares de Domingo. Desde que era pequeña amaba que su madre le leyera cuantos antes de dormir y algún día ella soñaba con poder leer libros a niños discapacitados, su amor por la escritura era tan puro como la infancia, le encantaba sentarse y empezar a despegar su imaginación para así, al terminar la tarde, tener un bonito relato.
Su padre sonreía orgulloso de la pequeña Eva al ver el hermoso don, cada palabra y vocal tenían un significado que solo Eva conocía y eso le bastaba. La escritura y lectura fueron sus vicios, mientras los demás jóvenes tenían otros muy diferentes.
Eva guardaba en secreto su bello don, solo en casa lo sabían y para ella aun le resultaba incómodo, pensaba que escribir era algo íntimo y privado, siempre fue su vía de escape como para muchos es la música, el baile, la pintura... Soñaba con ver en las librerías su libro recién publicado, soñaba con leerle cuentos a sus hijos, con reír... había soñado tantas cosas que muchas de ellas eran imposibles, solo de pensarlo sus mejillas ya tenían lagrimas saladas, pobre Eva.

Cada vez que acababa un relato, firmaba con "Eva K" su madre sonreía al ver esa manía de su hija, sabia que iba a llegar alto, tan alto que parecía inalcanzable...

Eva siempre pensó: "y si fracaso, me juzgarán por no ser lo suficientemente buena, pero no porque no lo haya intentado" si lo piensas, algo de razón tiene... El peor miedo de la joven era su voz...

Una voz sin vida, sin alma, sin alma, una voz muerta. Después del trágico accidente Eva quedó sin voz, esos sueños de leer, el libro publicado, los niños discapacitados, quedaron en un baúl bajo llave, apartado de todo. Sus relatos ya no eran lo que fueron, no tenía inspiración ni ganas de hacer nada, solo, acabar como su voz perdida en la nada. Sola. Muerta.

SL.